Todos llevamos música dentro: todos nuestros pensamientos y emociones, todos nuestros actos y palabras son, al final de cuentas, música más o menos armoniosa. Todos somos compositores, estemos conscientes de ello o no. La armonía no es, pues, territorio exclusivo del músico, sino que es, como dijo Mozart, para “el mundo entero”.
Todos somos compositores, estemos conscientes de ello o no.
Mi trabajo es descubrir la música que existe en ese espacio invisible pero real que llevamos dentro y plasmarla en el papel con la mayor fidelidad y calidad que mis habilidades me confieran.
Olas dulces y suaves, R. 4.
An Everlasting Dawn
La noche abre paso al día, la tristeza a la alegría, el derrotismo a la esperanza, y la muerte al renacer: An Everlasting Dawn celebra estas transformaciones y su gozoso resultado.
La apasionada introducción de la Sonata para piano muta en la alegría de vivir. El sol recoge la humedad de la noche estrellada y el rocío de las flores al amanecer del Intermezzo.
Al alba un niño se asoma a la cuna de su hermana y la despierta a Un eterno amanecer.
Amor ha huido del enamorado, que languidece hasta que Amor devuelve la alegría a él a lo largo de exquisitos versos de Heinrich Heine, musicalizados en las Heine-Lieder.
En Olas dulces y suaves un hombre cierra los ojos, encuentra un oasis de paz en su interior y se sumerge en oración.
La sublime voz de Grace Davidson y la magia pianística de Christopher Glynn insuflan vida a las canciones, mientras Alison Farr interpreta con gran maestría las obras para piano solista.